Leonardo – Capítulo 8
"Era el mismo Leonardo que conocía, y aun así, no podía apartar los ojos de él.
Quizás era su sonrisa. Un tanto misteriosa. Un tanto difícil de leer. Una sonrisa de “Mona Lisa”.
…Una sonrisa ligeramente triste. Leonardo miraba al gentío con un cierto anhelo melancólico..."
Parte 1
MC: ¿Cuál es tu trabajo, por cierto?
Leonardo: Mi trabajo no es… fácil de explicar.
Los ojos de
Leonardo se entornaron de manera significativa. El significado, sin embargo, no
lo entendí.
(¿Qué hay
difícil de explicar al respecto? No es nada ilegal, ¿cierto?)
Leonardo: ¿Estás segura de que estás lista para
saber?
Su rostro era
severo. Su voz grave. Mi cabeza se llenó de imágenes de peligro.
(¿Quizás es
ilegal? Había estado consiguiendo información para Sebastian hacía un rato)
MC: No eres un espía… ¿o sí?
¿Qué tan seguro
era preguntar eso en voz alta? Mantuve mi voz a bajo volumen, sólo por si
acaso—
Leonardo: Je. Ajajajaja.
…Un efecto que
fue arruinado por la ruidosa, estrepitosa risa de Leonardo.
MC: ¿Por qué te estás riendo?
Leonardo: ¿Cuántas veces voy a ser capaz de
engañarte, cara mia?
MC: ¿Engañarme? ¡Tú--!
Justo en ese
momento, como atraído por la alegre risa de Leonardo…
Vendedor de libros: ¡Bonjour,
Leonardo! ¿Crees que puedas pasar en un rato? Necesito tu habilidad para
evaluar este libro.
Distribuidor de pinturas: ¡No tan rápido, tú, viejo empolvado
pisapapeles! ¡Yo tomaré prestado a Leonardo primero! Tenemos una orden para un
pigmento inusual, y nadie sabe la mezcla tan bien como tú.
Dueño de restaurante: ¡Leonardo, ahí estás! ¡Estaba a punto
de mandar a alguien a buscarte! ¿Ubicas nuestro viejo reloj al fondo? Se
rompió, ¡y ahora todos van tarde!
(¿De dónde
salió toda esta gente?)
¡Más menciones
de “Leonardo” trajeron incluso más gente a verle!
Leonardo: Como podrás ver, soy… ¿Cómo dice el
dicho? Un ¿“maestro de todo”?
MC: Me parece que el dicho dice, “aprendiz de todo, maestro de
nada”. Y eso no es una profesión real, por cierto.
Leonardo: Mi profesión es ser lo que sea que
cualquiera necesite, cuando sea que alguien lo necesite. ¿Ves? Te dije que no
era fácil de explicar.
(Es cierto. tú
no eres fácil de explicar)
MC: Sigo molesta de que me hayas engañado.
Leonardo: ¿Realmente estás molesta de que no sea
un peligroso, aunque atractivo espía?
MC: Por favor dime que no vas a mencionar eso múltiples veces
para avergonzarme.
Leonardo: Je. No lo olvidaré nunca.
(¡El hecho de
que es un vampiro de larga vida lo hace aun peor!)
Leonardo: Ahora, ¿a quién ayudamos primero--? Oh.
Los ojos
dorados de Leonardo parecieron detectar algo al final de la multitud.
(¿Qué
encontró?)
Parte 2
Era una pequeña
niña. Estaba sosteniendo un violín entre sus brazos y sollozando suavemente.
Leonardo: Ahí está el primer cliente de hoy.
Leonardo se
acuclilló frente a la niña. Ella le miró con sus grandes ojos.
Leonardo: Qué tal, bambina. ¿Por qué tantas lágrimas? ¿Se trata de tu compañero, aquí?
Niñita: L-la tienda dice que mi violín no puede
ser reparado. P-pero era el que mi abuelito solía tocar.
Reparador de instrumentos: ¿Eres tú, Leonardo? Me encantaría
ayudar a la niña, pero me temo que intentar arreglarlo sólo partirá el resto.
Leonardo: Sí, es una rotura severa. Pero no me
rindo tan fácilmente con el pedido de un cliente. Déjame intentar repararlo.
¿Puedo tomar prestadas tus herramientas?
Reparador de instrumentos: Te las traeré.
Trajo una
pesada caja, y Leonardo se sentó ahí en el pavimento y comenzó a trabajar.
(Parece que ya
ha sido reparado varias veces a lo largo de los años. Ya veo por qué el hombre
pensó que ya era demasiado tarde.)
Todos los otros
clientes de Leonardo formaron un círculo de espectadores curiosos a su
alrededor.
MC: ¿Realmente crees que puedas repararlo?
Leonardo: No lo sabremos hasta que termine. Pero
probablemente pueda inventar algo.
(¿Complacerá a
la niñita ese “algo”?)
Leonardo: Nada de fruncir el ceño. Solíamos hacer
instrumentos y tocarlos todo el tiempo en el taller de mi viejo maestro.
Leonardo
trabajó, ocasionalmente pidiendo más herramientas, que el gentío le llevó de
buena voluntad. Finalmente—
Leonardo: …¿Cómo se ve? Toma, bambina. Toca unas cuantas notas.
Niñita: Está bien.
La niñita
depositó el violín sobre su hombro y sacó su arco. Inhalando profundamente,
pasó dudosamente el arco sobre la primera cuerda—
Tocó, y el
sonido que surgió estaba afinado, no distorsionado en absoluto.
Los ojos de la
niñita se iluminaron mientras tocaba cada nota. Sonaban cristalinamente claras.
La multitud
irrumpió en aplausos.
Niñita: ¡Está reparado! ¡Lo hiciste! ¡Es verdad
que Papi Leonardo puede reparar
cualquier cosa!
Leonardo: ¿”Papi”?
¿Quién me llama “papi”? ¿Acaso me veo
como el abuelo de alguien?... No respondas eso.
Niñita: Oh, necesito pagarte. Tengo el dinero
que me dio maman—
Leonardo: No necesito ningún dinero. Sólo promete
recordar la tienda de este hombre si tu “compañero” alguna vez deja de tocar.
Y, cuando hayas crecido para ser una gran violinista, que por supuesto necesite
un gran violín— Ve a este hombre y compra el mejor que tenga. No te
arrepentirás.
Niñita: ¿Eso es todo--?
Reparador de instrumentos: Es más que suficiente para mí. Estoy en
deuda, ¡con los dos!
La multitud
empezó a sonreír.
(…Estoy
asombrada.)
Parte 3
La multitud
entera estaba sonriendo, entretenida, sus corazones cálidos— y Leonardo era la
causa de todo.
(Hizo eso con
todos los otros también. Isaac. Vincent. Mozart. Solucionó sus problemas y
logró que la pasaran bien. Es como si tuviera esta inusual habilidad de sacarle
una sonrisa a la gente, a donde quiera que vaya).
Era el mismo
Leonardo que conocía, y aun así, no podía apartar los ojos de él.
Quizás era su
sonrisa. Un tanto misteriosa. Un tanto difícil de leer. Una sonrisa de “Mona
Lisa”.
…Una sonrisa
ligeramente triste. Leonardo miraba al gentío con un cierto anhelo melancólico.
Leonardo: Cara
mia, ¿ya acabaste de mirar?
Dirigió su
mirada hacia mí.
Leonardo: Hay una multitud de gente que aún
tenemos que ayudar. Tú vendrás conmigo, claro.
(…Claro…)
Pero esta vez,
ninguna respuesta sarcástica cruzó mis labios. No tenía ganas, en su lugar—
Tuve el extraño
deseo de ver qué haría. Qué aventuras iba a mostrarme.
MC: ¡Por supuesto!
Reparamos
relojes y carruajes. Mezclamos pinturas y enmarcamos cuadros. Rescatamos gatos
y catalogamos libros. Para entonces, ya había atardecido.
Ante la
“sugerencia” de Leonardo, dimos un paseo, andando por la idílica campiña
francesa.
Leonardo: …Ese fue un buen día de trabajo. Tú
también. Brava, cara mia.
MC: Bravo, Leonardo.
Leonardo: ¡Bravo,
por supuesto! Trabajé
extra duro hoy. ¿Tratando de presumirte, tal vez?
(¿Cómo se
supone que le conteste cuando se ve tan sinceramente feliz?)
Dirigí mi
atención a la campiña, a la creciente zona pastoral. Incluso mientras las casas
se iban distanciando más, aun podía recordar toda la gente que habíamos visto y
ayudado hoy.
Leonardo: Te has quedado callada. ¿Estás pensando
en algo?
MC: Sólo estaba reflexionando sobre el día.
Leonardo: Cuéntame. ¿En qué estás pensando?
MC: En que ayudamos a tanta gente. En mi tiempo, Paris estaba
demasiado ocupado como para siquiera detenerse. Fue fantástico ver a todos ahí
sonriendo.
Leonardo: Sí, me siento del mismo modo.
Leonardo tenía
las manos en los bolsillos, su mirada desplazándose al atardecer dorado.
Leonardo: Cuando los veo, me digo a mí mismo “Así
que, así es estar vivo”.
MC: ¿A qué te refieres con “estar vivo”?
Leonardo: La vida tiene sus tragedias. Algunos
días es injusto. Otros, te hace querer rendirte. Y aun con eso, encuentran
maneras de sonreír. Creo… que no hay nada más hermoso. No hay mejor modo de
honrar el que estén vivos.
Parte 4
La forma en la
que se veía me recordó a la expresión en su cara esta mañana. Cómo miraba a la multitud
risueña y sonriente.
(Por algún
motivo, no puedo olvidar esa expresión. Aun me estoy perdiendo de algo, creo.
Alguna curiosa parte de él--).
MC: Leonardo, me preguntaste una vez si era mi costumbre
quedármele viendo a la gente.
Flashback
Leonardo: Me he estado preguntando desde que nos
conocimos… ¿Es tu pasatiempo contemplar a la gente? Te meterá en problemas.
Fin del flashback
MC: Compartimos un pasatiempo. Porque tú estabas contemplando a
la gente en la ciudad.
Leonardo: ¿De verdad estaba haciendo eso?
MC: Sí, de verdad lo estabas haciendo. ¿Por qué los mirabas de
ese modo?
Leonardo: …¿De qué modo?
MC: Como si anhelaras ser como ellos.
Leonardo: …Una expresión de anhelo.
Leonardo se
giró hacia mí con una amplia sonrisa.
Leonardo: ¿Quieres saber por qué?
MC: Sí.
Se inclinó
hacia mí— y me pellizcó la nariz.
MC: ¡T-tú demonio--!
Leonardo: ¿Estás segura? Tú eras la de la cara
fruncida.
MC: Suel-- ¡suéltame!
Mis gritos
nasales sonaban miserables. Tan miserables como mis intentos de empujarlo
lejos. Me soltó.
MC: Honestamente. ¿Cuál es el punto de darme una pregunta al
día si nunca las contestas?
Leonardo: Porque haces estas preguntas serias para
las que no tengo respuesta. ¿Quizá me viste anhelando alguna belleza a la
distancia? Tal vez sea eso.
MC: ¿Tú, empecinándote con alguien? Encuentro eso difícil de
creer.
Leonardo: Sólo una cosa hace anhelar a un hombre, cara mia: ver algo que no puede tener.
Eso es lo que hace que la gente tenga amoríos.
Leonardo rio
suavemente para sí. Giró en lo que parecía ser una calle al azar.
Leonardo: Tengo asuntos qué atender. Espera aquí
por mí, cara mia.
Parte 5
Leonardo: No tardaré.
Leonardo
revolvió mi cabello y rápidamente huyó dentro un edificio de techo rojo.
(Me compadezco
de cualquiera que tenga asuntos con él. ¡Es difícil imaginarlo deteniéndose
suficiente tiempo en un mismo sitio como para tener algo hecho!)
Me acomodé el
cabello, sintiendo los trazos de los largos dedos de Leonardo en los mechones.
Sobre mí, el vasto e inmaculado cielo de Francia del siglo XIX cambiaba de
color.
(Es complicado
de decir, porque es Leonardo—pero se siente como que me estaba distrayendo a
propósito de preguntar sobre él).
Si así era,
pensé, estaba bien. Dejé que mis preocupaciones volaran con la brisa.
Leonardo: Regresé.
MC: Eso fue rápido.
Leonardo: ¿Quieres saber qué estaba haciendo?
MC: No si es privado… Aunque, si quisieras decirme, también
está bien.
Leonardo: Así que, ¿sí quieres saber? Sé paciente,
y te contaré sobre ello más tarde.
MC: ¿Por qué no puedes decirme ahora?
Leonardo: No sería una sorpresa tan grande.
MC: Grande no significa “bueno”. Por el momento, seguimos muy
lejos de la mansión. ¿Deberíamos conseguir un chof--?
Leonardo: ¿Regresar ahora, cara mia? No tengas tanta prisa en volver a casa. Casi es de noche.
Leonardo estaba
en medio de encender otro cigarrillo cuando hizo una pausa. El cerillo aun
encendido despedía una cálida, atractiva luz sobre su rostro.
Leonardo: …La noche es cuando ocurre toda la
diversión.
Lo seguí a ese
inesperado sitio donde los misterios de la noche reinaban. No porque me
obligara. Sino porque yo quería.
Justo como
quería seguirle el paso ahora. Pero estaba sin aliento, mi cuerpo en tensión—
MC: …L-leonardo, por favor… ¡Es demasiado--!
Leonardo: No tengas miedo. Disfrútalo.
MC: ¡No, realmente no puedo!...
[Corte a una
pequeña barca]
¡No en esta vieja cosa! ¡Se siente como que
podríamos caer en cualquier momento!
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